TESOROS DE PARMA

En el corazón de Emilia Romagna, a menudo a la sombra de vecinas más renombradas como Bolonia o Módena, la encantadora Parma esconde tesoros capaces de seducir al viajero más viajado: desde su conocido Teatro Farnese hasta una biblioteca casi escondida que es una joya del renacimiento. Sin olvidar su queso y su jamón, naturalmente.

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El refinamiento se huele en el aire, como podrían olerse las violetas que obsesionaban a María Luisa de Austria, o aquella agua de colonia que se evaporó en el tiempo, o el embriagador aroma de ese jamón que, según reza un aviso publicitario, non è prosciutto: è Parma.

Todo es distinto en este rincón de Italia. Empezando por el acento afrancesado, de erres arrastradas y gangosas, con que parte de la población se empeña en recordar que por sus venas todavía corre sangre ducal; pasando por los rosas y amarillos que bañan buena parte de las fachadas históricas, siguiendo por el tempo moroso que pauta el ritmo de vida, e incluyendo la romántica niebla que, sobre todo en el invierno, es capaz de envolver la ciudad entera. 

Parma se jacta de la singularísima Asunción de la Virgen que Correggio pintó en la cúpula de su catedral, que para los amantes del arte justifica el viaje hasta aquí; se enorgullece también, y con razón, del bellísimo baptisterio de Benedetto Antelami; se regodea con su Teatro Regio (pude asistir a un ensayo abierto al público de la ópera Ana Bolena y doy fe que las voces del coro masculino son de otro mundo); y Parma se vanagloria, sobre todo, de su imponente Teatro Farnese, cuya arquitectura de madera es capaz de dejar boquiabierto a cualquiera. Ese delirante templo que Giovanni Battista Aleotti construyó inspirándose en el Teatro Olímpico que Palladio había levantado en Vicenza, hoy forma parte del complejo del Palazzo della Pillota, en cuya Galería Nacional hay otros tesoros artísticos a la vista: por decir apenas algo, Correggios, Canalettos y Parmigianinos, una simpática Adoración de los Reyes Magos y un par de colosales esculturas llegadas de los jardines con que los Farnese alegraban el Palatino romano en sus buenas épocas.

La Asunción de la Virgen según Correggio, en la catedral.

La Asunción de la Virgen según Correggio, en la catedral.

Una postal de Teatro Regio. Abajo, la sala y el escenario durante un ensayo de Ana Bolena.

Una postal de Teatro Regio. Abajo, la sala y el escenario durante un ensayo de Ana Bolena.

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El glorioso Teatro Farnese, un templo de madera en el corazón de la ciudad.

El glorioso Teatro Farnese, un templo de madera en el corazón de la ciudad.

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La Galería Nacional en el complejo del Palazzo della Pillota.

La Galería Nacional en el complejo del Palazzo della Pillota.

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Más allá de esas postales imprescindibles, la empastada elegancia de Parma se prolonga en otros rincones menos frecuentados, sobre todo por los turistas apresurados que cometen el error de pensar que la ciudad puede verse en un día. En el museo Glauco Lombardi se puede aprender mucho sobre la vida de María Luisa de Austria y evocar, entre violetas, coronas y porcelanas, los lejanos tiempos de aquel ducado regido por la viuda de Napoleón. El Parque Ducal, con sus esculturas, sus fuentes y sus templos, hará las delicias de los caminantes que prefieran paseos al aire libre; al tiempo que calles como Borgo Nazario Sauro y Borgo Giacomo Tommasini llamarán la atención de los interesados en anticuarios, tiendas vintage y otros locales a la moda. 

María Luisa de Austria, viuda de Napoleón, estuvo al frente del Ducado de Parma.

María Luisa de Austria, viuda de Napoleón, estuvo al frente del Ducado de Parma.

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La mesa de María Luisa, recreada en el museo Glauco Lombardi. 

La mesa de María Luisa, recreada en el museo Glauco Lombardi. 

El Parque Ducal, jardín de Parma.

El Parque Ducal, jardín de Parma.

Pero el secreto mejor guardado de la ciudad tal vez sea la Biblioteca Monumental de la Abadía de San Juan Evangelista. Ubicada detrás de la catedral, parece estar tan a mano como a la vista, aunque habrá que tener paciencia y convencer al hermano benedictino de turno para que se disponga a abrir las puertas de ese tesoro, regido por horarios imprevisibles y disposiciones antojadizas. Quien tenga la suerte de sortear esas dificultades y traspasar las puertas del monasterio será recompensado con la visión de una auténtica joya del renacimiento italiano: una sala dominada por gloriosos murales y frescos grotescos, paredes que cuentan historias de dinastías papales y regalan máximas latinas, griegas, árabes y hebreas; mapas, testamentos y un sinfín de inscripciones. En el reino del silencio absoluto, custodiando una colección de casi 40 mil volúmenes, una auténtica orgía semiótica que requeriría más de una vida para ser descifrada por completo.

Rumbo a la biblioteca de la Abadía de San Juan Evangelista, el cartel no deja lugar a dudas.

Rumbo a la biblioteca de la Abadía de San Juan Evangelista, el cartel no deja lugar a dudas.

Paredes que hablan: una joya del renacimiento italiano custodiada por los benedictinos.

Paredes que hablan: una joya del renacimiento italiano custodiada por los benedictinos.

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A efectos más terrenales, Parma también seduce al viajero con su oferta gastronómica. Hay estupendas salumerías tradicionales donde entregarse a la gula sin mayor culpa y por poco dinero (la Verdi y la Garibaldi, por mencionar dos); heladerías, cafés y pequeñas confiterías donde dejarse tentar por dulzuras (la cafetería del Teatro Regio es perfecta a toda hora) y un par de restaurantes sin pretensiones y de cocina irreprochablemente local. La Osteria della Gatta Matta puede ser un buen ejemplo de la variante moderna, y la Trattoria Tribunale la opción indicada para quienes prefieran una cuerda más tradicional. A la hora de probar quesos y fiambres acodados a una barra animada por la gente de la ciudad, nada como la pequeñísima enoteca Tabarro, donde las copas de vino, el parmigiano reggiano, el culatello di Zibello y el imbatible Parma transformarán la noche menos pensada en una cita inolvidable.

Aquí, y abajo, la cafetería del Teatro Regio.

Aquí, y abajo, la cafetería del Teatro Regio.

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La animada vereda y el pequeño interior de la enoteca Tabarro, cita ineludible con el placer.

La animada vereda y el pequeño interior de la enoteca Tabarro, cita ineludible con el placer.

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En cuanto a la oferta hotelera de la ciudad, no es nada del otro mundo. Aunque Parma también puede deparar alguna que otra sorpresa en este rubro. Al Battistero d’Oro es un deslumbrante bed & breakfast en el corazón del casco histórico. Patrizia Valenti, su simpática y charlatana dueña, sirve desayunos perfectos cada mañana y se desvive para que sus huéspedes se enamoren de este entrañable rincón del norte italiano. De más está decir, lo consigue a las mil maravillas.

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Tres imágenes de Al Battistero D'Oro, un bed & breakfast perfecto para disfrutar de Parma.

Tres imágenes de Al Battistero D'Oro, un bed & breakfast perfecto para disfrutar de Parma.