Esta crónica evoca un incómodo viaje entre el norte de Tailandia y el corazón de Laos, minado de vicisitudes y muy alejado de las fantasías literarias que lo inspiraron. Sin embargo, el arriesgado periplo tuvo un final feliz y curioso. Aborden sin miedo.
Olvídense de los incómodos barcos lentos que crujen como una cáscara de nuez y de los grandes cruceros que resultan tan confortables como impersonales. Los amantes del sudeste asiático deben saber que ahora hay una manera más elegante y muy romántica de surcar el Mekong entre Tailandia y Laos. ¿Quién se deja llevar por la corriente?