BUENOS AIRES SE PONE IDEAL

No sólo del dólar blue vive el turismo en Argentina, ni la movida porteña se acaba en la vibrante Chacarita. En el Buenos Aires de siempre, a metros del impertérrito Obelisco y a la vuelta de los teatros de Corrientes, vuelve a reinar una confitería clásica, renovada por completo a fines del año pasado. Así está La Ideal de Suipacha.

La carta es algo abrumadora, aunque de entrada conviene saber que los tradicionales sandwiches de miga y un simple café justifican la visita. Los que prefieran que la escala sea más demorada y calórica, tendrán páginas y páginas para elegir: hay desayunos y meriendas, huevos y omelettes, ensaladas livianas y platos suculentos, aperitivos al paso y vermús para estirar el mediodía o la nochecita, tortas, masitas y todo lo que quepa imaginar de una confitería de antes.

Porque obviamente, nadie va allí por la carta de hoy, sino por el ambiente de ayer, alimentado de una riquísima historia. La Ideal se inauguró en 1912, y fue contemporánea de otras joyas porteñas como El Molino (que espera pronta reapertura frente al Congreso) y el Café Tortoni de la Avenida de Mayo, con los que compartió el honor de ser considerados los tres mosqueteros entre las confiterías más notables de Buenos Aires.

Como siempre, el paso del tiempo hizo lo suyo, y al cabo de unas décadas no tan gloriosas, La Ideal acabó cerrando sus puertas en 2016. La restauración, que culminó el año pasado, corrió por cuenta del estudio Pereiro, Cerrotti & Asociados, y puso foco en la recuperación del patrimonio arquitectónico y artístico del local: desde la impresionante boiserie que lucía oscurecida por el humo del tabaco, la grasa de la cocina y capas de laca, hasta la claraboya de la cúpula a la que le faltaban piezas enteras, pasando por la puesta a punto de paredes, columnas y mobiliario.

De los vitrales se ocupó Paula Farina Ruiz, y la claraboya que hoy atrapa todas las miradas ganó luz y visibilidad porque se eliminó el techo que la cubría por encima (ahora reemplazado por un vidrio) y se reabrió el hueco que la comunica con la planta baja.

Los nuevos pisos de mármol (que reemplazan al granito de una intervención anterior) suman luz y color al ambiente, que ahora se ve más claro y en el que se repiten como señas de identidad las formas ovaladas y la imagen de la flor de lis. En cuanto a la boiserie original de cedro misionero, que fue tratada con ceras calientes, ganó un tono más ligero y una función extra: esconder los equipos de aire acondicionado, que para más datos suman más de 40.

La renovación fue mucho más allá de lo estético, porque además de recuperarse arañas francesas, dorados a la hoja y muebles italianos, los baños y las cocinas fueron renovados por completo, se reemplazó la cabina del antiguo ascensor, se reciclaron las vidrieras y se sumaron una cafetería y bombonería al paso en la antesala del local, así como entrepisos que, afortunadamente, no comprometieron la zona de “orquesta de señoritas” que permanece a la vista.

La Ideal fue fundada por el comerciante gallego Manuel Rosendo Fernández, que confió la construcción del local al ingeniero C.F. González. María Félix, Maurice Chevalier y Vittorio Gassman pasaron por allí, sin olvidar a Carlos Gardel, claro, ni al presidente Hipólito Yrigoyen que, según insiste la leyenda, prefería las palmeritas de esta confitería a la hora del desayuno. Alan Parker rodó escenas de su Evita para el cine y Carlos Saura hizo lo propio con Tango. Durante un tiempo alojó una milonga, y ahora luce renovada y de puertas abiertas para dejar igualmente boquiabiertos a locales y turistas. ¿Otro acierto? Abre todos los días, de 7 de la mañana a 12 de la noche. Y suena tango de fondo, como dios (y el patrimonio de la ciudad) mandan.

La Ideal según el arquitecto uruguayo Carlos Ott, que el 7 de mayo estaba sentado a una de sus mesas.