DE CHACARITA AL MUNDO
En la porteña y animadísima esquina de Dorrego y Castillo, La Fuerza Bar y Vermú refresca una sabrosa tradición que Buenos Aires heredó de los inmigrantes italianos. Nunca fue del todo olvidada, pero ahora está tan de moda que hasta hace olas en la prensa internacional.
Para empezar la historia por donde corresponde conviene citar a Hipócrates, que en la Grecia del siglo IV antes de Cristo ya recetaba vinos de hierbas como remedio contra ciertos malestares. En cuanto a la palabra vermouth, cabe aclarar que es de origen alemán (wermut) y que podría traducirse libremente como ajenjo, esa hierba medicinal que en muchas partes se conoce como hierba santa. Pero es a los italianos, claro, a quienes cabe el mérito de haber industrializado, comercializado y extendido el vermouth, que con el paso de los años sirvió para definir no sólo una bebida sino también el rito del aperitivo previo a la comida y hasta a una hora del día.
Fueron los inmigrantes italianos, herederos de una tradición regada de nombres célebres (Carpano, Cinzano, Martini y Campari, entre otros) quienes trajeron consigo esa costumbre al Río de la Plata y la impusieron con particular fuerza en Argentina, donde desde los albores del siglo XX se produce vermouth local y las marcas se cuentan por decenas.
Unas cuantas décadas después, cuatro argentinos (Julián Díaz, cocinero y empresario gastronómico; Sebastián Zuccardi, vitivinicultor y bodeguero; Agustín Camps, desarrollador de marcas en los rubros alimentos y bebidas; y Martín Auzumendi, periodista y emprendedor), aunaron fuerzas para crear una bebida que honrara ese rico pasado y se proyectara modernamente al futuro. Así nació La Fuerza, que ellos definen como el primer vermú de los Andes. Para subrayar el arraigo al terruño, el Malbec y el Torrontés sirven como base para las variedades roja y blanca respectivamente; a las que cabe sumar alcohol de vino destilado en Mendoza y una rica selección de 40 botánicos entre hierbas, plantas, flores, semillas y cortezas: de la Artemisia mendozana a la jarilla; del cedrón a la genciana, de la salvia a la carqueja… y un largo etcétera.
Desde el verano de 2018, La Fuerza Bar reina en la esquina de Dorrego y Castillo, justo donde Chacarita empieza a tutearse con Palermo Hollywood. Punto alto de un circuito cada vez más en onda (animado por librerías, galerías de arte, boutiques y restaurantes ligeramente al margen), este bar que ocupa una casa de 1933 parece llamado a revolucionar el barrio y hacerlo conocido en el mundo no sólo por la tumba de Gardel. El año pasado la revista Time lo eligió entre los 100 mejores lugares del planeta para visitar en 2019, y en enero de 2020 el New York Times lo incluyó en su guía de 36 horas en Buenos Aires.
Para decirlo en pocas palabras, es todo lo que cabe esperar del lugar perfecto para recalar por un buen vermú a la argentina: impronta informal, clientela bulliciosa y cocina rica sin pretensiones. Al vermú (blanco, rojo o Primavera; solo, con soda o con tónica; siempre con hielo) se lo puede acompañar con los triolets de la casa, con papas fritas o papas españolas, con buñuelos de acelga, con tortilla de papas o con croquetas de arroz y calamares. Sirven también milanesas, revuelto gramajo, jamón crudo, salchicha parrillera, burrata con vegetales asados, una plancha de vegetales con hummus y aceite de oliva y una particularísima fainazzatta, punto de encuentro entre el fainá y la fugazzeta. ¿A los postres? Flan con dulce de leche, mousse de chocolate amargo, queso y dulce y pavlova con frutas de estación.
También hay vinos, cervezas y, para tranquilidad de los abstemios, algunas bebidas sin alcohol.
