SABOR LITERARIO EN PARÍS
Los entendidos siempre se han dejado caer en las mesas de Drouant por la prosapia literaria del restaurant. Ahora tienen una nueva excusa: la reciente reforma que rescató los encantos Art Déco del lugar y renovó la elegancia de su comedor principal y sus salones privados.
Drouant tiene una historia sabrosísima: nació como bar, en 1880; reencarnó como bistró, ya en los años 20, envuelto en la arquitectura Art Déco de Emile Ruhlmann; y más tarde la Academia Goncourt terminó de consagrarlo cuando lo eligió como el lugar para entregar su prestigioso premio literario.
Ahora, y por encargo de los hermanos Gardinier, sus nuevos propietarios, el diseñador de interiores Fabrizio Casiraghi viene de ejecutar una reforma que rescata su pasado elegante, su familiaridad con el lujo y su estirpe arquitectónica. La fachada fue despojada de las sucesivas reformas que escondieron su carpintería original, ahora restaurada; la espectacular escalera, siempre protagonista del lugar, cobró nueva vida y fue coronada por una imponente araña de cristal; y los famosos salones privados fueron completamente renovados sin perder los guiños históricos que los anclan al pasado.
Muebles en nogal, paredes laqueadas y tapizados nobles dan la nota en el comedor principal; el cálido entrepiso fue rediseñado y ganó calidez con una nueva biblioteca y con su piso de mosaico; y una paleta en la que dominan los beiges, los oros y el azul marino envuelve todo el lugar. Algunos salones, quizá para fastidio de los más ortodoxos, han cambiado de nombre (el Rodin, por ejemplo, fue rebautizado como Proust); pero el Goncourt, que desde hace décadas acoge los debates de la academia, conserva la famosa mesa ovalada donde deliberan los jueces. Y como los otros, puede ser reservado por cualquier mortal que quiera ofrecer allí un pequeño banquete para no más de 16 comensales.
En cuanto a la cocina, en Drouant manda el chef Emile Cotte, que prepara menús estrictamente basados en productos de estación. Para la temporada en curso, los ravioles de langostinos destacan entre las entradas, el pato con hongos y col verde suena como una buena opción a la hora de los principales y el soufflé de chocolate con lascas de cocoa parece obligatorio a la hora de los postres. Todo ello, claro, con vistas a la place Gaillon, en el corazón del distrito 2 de París.