EL ORO DE PORTUGAL
El arquitecto portugués Eduardo Souto de Moura acaba de ganar el León de Oro de la Bienal de Arquitectura de Venecia con dos fotografías que ilustran un respetuoso reciclaje que llevó a cabo en el Alentejo. Transformó una vieja finca agrícola en el lujoso hotel Sao Lourenço do Barrocal, honrando la herencia y la esencia del lugar. Pasen y vean.
Souto de Moura (Oporto, 1952) ya se había alzado con el prestigioso Premio Pritzker en 2011. Ahora, su proyecto “Vo De Jour” conquistó el primer premio a la participación personal en la Bienal de Arquitectura de Venecia, cuyo jurado valoró “la precisión del emparejamiento de dos fotografías aéreas, que revela la relación esencial entre la arquitectura, el tiempo y el lugar”. Enemigo del folclore y de la cultura del espectáculo al mismo tiempo, Souto de Moura apostó a un gesto radical: apenas dos fotografías aéreas, tomadas por la italiana Alessandra Chemolo, del antes y después de su intervención en la zona de Monsaraz. Como queda claro en las imágenes, todo parece igual, pero en realidad todo es diferente.
El trabajo que el laureado arquitecto llevó a cabo en el Alentejo fue un encargo de José Antonio Uva, octava generación de una familia que consagró su vida a una finca agrícola del siglo XIX: quería reciclarla y convertir parte de ella en un lugar de descanso y recreo para turistas. Las obras se iniciaron en 2008 y recién en 2016 el hotel Sao Lourenço do Barrocal abrió sus puertas.
La transformación, radical desde cierto punto de vista, respetó la herencia del lugar, no comprometió el entorno y mantuvo intacta la arquitectura de las edificaciones agrícolas, así como la de sus calles internas. En palabras de Souto de Moura, “Barrocal fue un proyecto difícil pero muy interesante porque trabajamos al filo de la navaja. Si íbamos demasiado lejos lo estropeábamos, y si no hacíamos lo suficiente no iba a funcionar”.
El hotel se alza en medio de unas 800 hectáreas que han estado en manos de la familia Uva por más de 200 años. Al confort habitual de un cinco estrellas, el establecimiento suma el atractivo de una granja, un huerto, un establo y una bodega. Las 22 habitaciones y las 16 cabañas de campo (todas con suelo de barro cocido, techos abovedados y paredes blancas), se distribuyen en siete edificios alineados en la calle principal de la finca. El diseño de interiores corrió por cuenta del estudio Anahory/Almeida. Hay también un spa, piscina exterior, restaurante, y una tienda que vende buena parte de los productos que se elaboran en la finca.