ROMA SUEÑA CON BULGARI

Se concretó la apertura hotelera del año en la Ciudad Eterna: frente a la Piazza Augusto Imperatore, la célebre joyería propone ahora un templo dispuesto a escribir un nuevo capítulo de la hospitalidad a la italiana. Todo ello, en un edificio racionalista ganado por detalles que evocan la Roma imperial. Así es el flamante Bulgari Roma.

En la misma ciudad donde fue fundada hace 140 años, Bulgari viene de abrir su segundo bastión hotelero en Italia (primero fue Milán) y el noveno en el mundo (hay otros en Londres, París, Dubai, Shangai, Beijing, Bali y Tokio); a los que pronto cabrá sumar los proyectados en Maldivas, Miami y Los Ángeles.

El hotel de la capital italiana ocupa un edificio de carácter patrimonial, transformado hoy en una lujosa vidriera romana para exhibir lo mejor del diseño y la artesanía locales. De neto corte racionalista, es obra del arquitecto Vittorio Ballio Morpurgo y data de fines de la década del 30, aunque fue oficialmente inaugurado en 1950, como sede de la Agencia Italiana de la Seguridad Social. La ubicación es igualmente prestigiosa: se codea con el Mausoleo de Augusto y con el Ara Pacis, dos ineludibles mojones del centro histórico de Roma.

Para ponerlo en números, basta decir que el hotel, abierto hace menos de un mes, ocupa 14 mil metros cuadrados que se distribuyen en siete pisos, uno de ellos subterráneo.

En cuanto al diseño de interiores, la firma lo confío (tal como hizo en los otros hoteles de su portfolio) al estudio ACPV Architects (Antonio Citterio/Patricia Viel), que se valió de un sinfín de riquísimas texturas para encontrar un punto de equilibrio entre la estética de la Roma imperial y la sobriedad del racionalismo, sin alejarse nunca de las dos ideas rectoras: la celebración de la figura de Augusto y el respeto a la época en que se construyó el edificio.

Una paleta jugada a los blancos, amarillos, rojos y verdes alegra las 114 habitaciones del hotel, y a partir del tono elegido para el mármol de sus baños (blanco de Brasil, amarillo brocatelle de Medio Oriente, rojo jaspe de Sudán y verde cuarzo Taj Mahal), contamina los tapizados, el mobiliario, los respaldos de cama y hasta las luminarias en cada una de ellas. Las formas circulares presentes en los mosaicos, en los espejos de los baños, en los apliques junto a las camas y en los cielorrasos, evocan a la vez los broches vintage de la marca y el diseño del mausoleo imperial en el que, justo frente al hotel, descansa el célebre emperador.

Mención aparte merece la vocación verde de la casa, por la que se distribuyen, a lo largo y ancho de espacios interiores y terrazas exteriores, unas 4.500 plantas. Resuelto a ser visto como un verdadero resort urbano del siglo XXI, el hotel confío su paisajismo al estudio milanés P’arcnouveau, que se valió de plantas, árboles frutales y florales y hasta hierbas aromáticas para enaltecer sensorialmente varios espacios del hotel.

El chef Niko Romito (cuyo restaurante Reale, en Castel di Sangro, ostenta tres estrellas Michelin) tiene la sartén por el mango en los cinco escenarios gastronómicos del lugar: Il Ristorante, que sirve cocina italiana contemporánea en el quinto piso y se prolonga con una imponente terraza; el Bulgari Bar, donde reinan los tragos, el mármol negro y el cristal de Murano (y que también esconde un privadísimo Champagne Bar); La Terrazza, un espacio más informal que se vale de su ubicación en el rooftop del hotel y depara vistas sorprendentes de la ciudad, desde la cercana Villa Medici hasta las colinas del Gianicolo; Il Caffé, que ocupa la galería de la planta baja, abre del desayuno a la cena, y es el lugar indicado para el almuerzo tradicional a la romana y el brunch de los domingos; y Bulgari Dolci, que despacha tentaciones dulces y promete chocolates memorables.

Reservados exclusivamente para los huéspedes del hotel, hay también un Lobby Lounge (que sirve desde té y café hasta aperitivos), y una Biblioteca para los que quieran hojear lujosos ejemplares dedicados al arte, el diseño, la historia y la arquitectura romana.

Inspirado en la atmósfera de los antiguos baños romanos, el Bulgari Spa ocupa mil 500 metros cuadrados y sorprende con columnas de mármol y mosaicos venecianos que garantizan un clima y una luz muy especiales, perfectos para aprovechar la piscina cerrada de 20 metros que le hace un guiño a las Termas de Caracalla y las nueve cabinas de tratamientos. No faltan un salón de belleza, una peluquería y un gimnasio abierto todo el día, para el improbable caso de que alguien se aburra de tanto dolce far niente o de las múltiples atracciones cercanas.