AL SOL DE DURGERDAM

Todavía no abrió sus puertas y ya da que hablar. A minutos de Amsterdam, este singularísimo hotel y restaurante propone el lujo de la calidez, la intimidad y el silencio al borde del lago IJmeer. Descubran el flamante De Durgerdam.

Son apenas 17 habitaciones, tres suites y un restaurante, todo ello en una pequeña aldea de una sola calle, alegrada por una iglesia con su torre, casas del siglo XVII con techos de tejas a dos aguas y maderas pintadas de blanco lechoso, y altos pastizales que se extienden hasta la orilla del lago, donde el ritmo de los pescadores locales convive con el de un bien equipado club náutico.

Aseguran que es como estar en otro mundo, aunque a la posada se llega desde la Estación Central de Amsterdam en apenas 20 minutos de auto (para los más cómodos), 30 de bicicleta (para los más deportistas), o una hora y poco de barco (para los más románticos y adinerados).

No falta la historia, como corresponde a un sitio enclavado en el corazón de los Países Bajos. De hecho, el hotel es la nueva reencarnación de un edificio en el que ya existió una posada, la Prince on Horseback, que supo alojar desde marineros en viaje rumbo a las Indias Orientales hasta al mismísimo príncipe Hendrick, esposo de la reina Guillermina.

Hoy, De Durgerdam (que ya toma reservas para marzo, cuando está prevista su apertura), conjuga las obligadas referencias marinas a la zona con una paleta que evoca la Edad de Oro holandesa, sin renunciar, claro, a las exigencias modernas: paneles solares, calefacción sustentable, sofisticados sistemas para controlar la luz y la temperatura en las habitaciones, e incluso colchonetas de yoga y mancuernas en todas ellas para los que no quieran renunciar a la rutina del ejercicio.

La puesta en escena interior está firmada por el estudio Buro Belen de Amsterdam, que privilegió

colores que se empastan con el entorno del lago, materiales nobles capaces de garantizar de inmediato el placer táctil y una idea del confort que descansa en un diseño y un mobiliario sin estridencias, más bien atados a las tradiciones locales. Cada detalle ha sido pensado, hasta el hecho de que las mantas de terciopelo estén debidamente descuidadas sobre las camas, como para que el huésped perciba (según palabras de la diseñadora de interiores) que sus arrugas son un reflejo de las olas del lago.

El otro plato fuerte del hotel es su restaurante, De Mark, que ofrece tres ambientes (el comedor principal, una pequeña bodega y una terraza al lago), y cuya carta fue diseñada por dos chefs que pueden jactarse de estrellas Michelin cosechadas en Amsterdam: Richard van Oostenbrugge y Thomas Groot, quienes pergeñaron con el cocinero local Koen Marees un menú que definen como “familiar pero robusto”, y que descansa en frutos del mar, quesos provistos por granjeros vecinos y productos de la tierra, siempre de la zona.

Así las cosas, en la carta mandan lo local, lo fresco, lo temporal y lo sustentable. Entre los platos que ofrecerán destacan el pescado frito con chucrut, mejillones y beurre blanc; y una versión vegetariana del steak tartare, que ellos servirán con tomates secos.

Un chapuzón en las frescas aguas del lago IJmeer, una fiesta privada en el restaurante y hasta un casamiento con ceremonia en la iglesia local están también al alcance de los viajeros que quieran llegar hasta allí. Las habitaciones arrancan en los 250 dólares.