BRINDAR EN COCHINCHINA

El nombre evoca al lejano sudeste asiático, pero queda mucho más cerca: en la calle Armenia del animado Palermo Soho, corazón turístico de Buenos Aires. Es el nuevo bar de Inés de los Santos, y todo parece estar sucediendo allí. Cinco ambientes, cocina franco-vietnamita y una carta de tragos que hace agua la boca.

Ha cumplido apenas un año, pero ya es imbatible. Inés de los Santos (que llega hasta aquí con el bagaje y el éxito cosechado en Danzón, Casa Cruz y Orilla, por citar apenas tres escalas) parece haber dado en la tecla: guías y rankings de todas partes del mundo saludan con entusiasmo este nuevo bar porteño, donde sus mañas de bartender consagrada se hermanan ahora con los platos de inspiración franco-vietnamita que propone Máximo López May.

Por su parte, Eme Carranza firma el deslumbrante diseño del local, que a falta de uno, dispone de cinco ambientes muy distintos para tentar a los clientes: hay un deck en la vereda, una terraza cubierta antes de entrar, que gira en torno a la boutique (una suerte de isla cálida en la que tanto se puede probar tragos como comprar botellas, cristalería, accesorios para bar y hasta libros); un salón principal, en el que todas las miradas se las lleva la barra (y la incesante coreografía de brazos y vasos en torno a ella); un reservado con aires de comedor privado y un salón superior, bañado en dorado, que de momento sólo se usa para eventos puntuales.

Todo es muy vistoso: los carteles luminosos que evocan los mercados callejeros del sudeste asiático, la barra en resina y cáscara de huevo, los boxes laterales tapizados en pana roja y, no menos, las graciosas peceras falsas que flanquean el camino a los baños.

Claro que las sorpresas no sólo entran por los ojos. A la hora de comer, la propuesta de despega de las tapas más acostumbradas y vuela con inspiración europeo-asiática, sin olvidar que se trata de un bar y que los clientes preferirán platos fáciles de comer y de combinar con los tragos.

El Arroz Dorado (con algas, huevo y hongos, entre otras sorpresas); el Banh-mi de cerdo (un sandwich asiático relleno de albóndigas de cerdo, panceta, pickles de nabo, cebolla de verdeo, Dijon y crema); y las rabas a la manera del sudeste asiático se cuentan entre las sugerencias del chef, pero conviene aclarar que la carta se extiende generosamente con propuesta varias: platitos para picotear como entrada, medianos (como terrinas, tablas y burrata), platos de la casa, otros sandwiches en baguette vietnamita y, para rematar, postres.

Naturalmente, el anzuelo principal de Cochinchina Bar son los tragos: hay guiñadas a Francia en los aperitivos y los vinos, y guiñadas a Vietnam en las cervezas y en ciertas infusiones, pero destacan clásicos de Inés de los Santos (como el Boulevardier Favorito, un Negroni corrompido por el whisky) y las creaciones nuevas, como el Martini Umami (que suma algas) o el Coco Cilantro Lima (con base de sake). El Arte De Viajar se dejó llevar por el Galán Penicilin (whisky, jugo de limón, Galangam Jengibre y miel) y por el Te fuiste al pasto (jugo de brote de trigo, uva verde, champagne, sal de lemon grass). No menos, por la estupenda música que, esa noche porteña, despachó el veterano DJ junto a la puerta de entrada.