MOSCÚ ENCIENDE EL ARTE

Renovada por la oficina Renzo Piano, una vieja central eléctrica de la capital rusa alberga desde este diciembre un centro cultural pensado para dinamizar la vida cultural de la ciudad.

El edificio original fue construido entre 1904 y 1908, a orillas del río Moscova. Un siglo y pico más tarde, y al cabo de unas obras que se extendieron por seis años, la vieja central eléctrica se transformó en el centro cultural GES-2: 20 mil metros cuadrados entre los que se cuentan un espacio para exposiciones de 5 mil 500 metros, un auditorio para algo más de 400 personas, un restaurante, instalaciones educativas, una escuela de arte y talleres para residentes y público en general.

Cuatro altísimas chimeneas de acero azul son, a primera vista, la seña de modernidad que simboliza el reciclaje del edificio. Llegaron no sólo para remplazar las viejas chimeneas de ladrillo, sino además para capturar aire limpio, activar la ventilación y reducir el consumo de energía. Por lo demás, el estudio de arquitectura se empeñó en que el edificio fuera fácil de “leer” y de navegar: todo gira en torno a la gran nave central, a partir de la cual se crea una red de circulación fluida, visible e intuitiva. Una gran plaza pública envuelve una de las fachadas, al tiempo que un paisaje esculpido por más de 600 abedules prolonga otro de los lados del edificio, poniéndolo a dialogar con la naturaleza.

Detrás del fastuoso proyecto que reconvirtió la central eléctrica en una suerte de catedral blanca del arte contemporáneo, está el millonario empresario Leonid Mijelsón, que según la revista Forbes es la cuarta fortuna de Rusia. Teresa Iarocci Mavica, una galerista ruso-italiana, está al frente de la propuesta artística, inspirada según sus propias palabras en las casas de la cultura rusas que florecieron en el siglo XIX. Esculturas vivas, experimentos con telenovelas grabadas en el lugar, arte feminista y otras propuestas provocadoras forman parte del menú del centro cultural en esta primera etapa.