CHECK IN: JAIME CLARA

Radio Sarandí, La Tele, Nuevo Siglo y Delicatessen.uy son hoy los paisajes cotidianos de este periodista uruguayo nacido en San José. Como corresponde, ese pago chico es el punto de partida de esta generosa mirada al mundo de Jaime Clara, que aquí contesta nuestras 20 preguntas viajeras de cada semana.

En el Café Majestic de Oporto, Portugal.

En el Café Majestic de Oporto, Portugal.

Para empezar, ¿cuál es el primer viaje fuera de fronteras que atesora su memoria?

Depende de las fronteras. En mi infancia, esas fronteras eran los límites de San José de Mayo. Tengo gratísimos recuerdos de mis primeras salidas de aquel pago chico. Hubo una salida familiar, en varios autos, con mis padres, mi hermana Isabel (Mercedes no había nacido), tíos, abuelos y primos por varios balnearios del Este. Piriápolis y La Coronilla son los que más recuerdo. Fue a comienzos de la década del 70, yo tendría unos seis años. En mi memoria hay, todavía, imágenes de aquel viaje. Después recuerdo muy bien mi primer viaje al exterior, a Florianópolis por un congreso de comunicación, en 1983, junto a estudiantes del viejo Instituto de Filosofía, Ciencias y Letras; y mi primer viaje solo, a un curso en Venezuela y a Estados Unidos, por tres meses. Mi primer viaje a Europa fue el sábado siguiente al atentado a las Torres Gemelas. 

¿A qué lugar del mundo quisiera volver una y otra vez?

Hay momentos y circunstancias en la vida personal y profesional. Seguramente alguna vez fue Buenos Aires (por estar tan a mano), siempre París y, luego de haberlo descubierto, El Puerto de Santa María en España.

¿Cuál es el mejor hotel en el que se haya alojado?

A Quinta da Auga, en Galicia.

¿Y el mejor restaurante en el que se haya sentado a comer?

Pão à Mesa, en El Barrio Alto de Lisboa 

Describa el almuerzo o la cena más memorable de su último viaje.

En el restaurante del hotel A Quinta da Auga, en Galicia, pedimos un pescado. Después Alva, mi mujer, supo que era lubina. Estaba hecho a la sal, enterrado en un par de kilos de sal gruesa. Se cocina por mucho tiempo, al horno, a una temperatura constante. Es toda una ceremonia cuando descubren la pieza entera de pescado, tan tierna y perfectamente cocida, tan a punto, que se deshacía con una cuchara. Fue un almuerzo memorable, porque el viaje fue memorable.

Evoque un museo, un cuadro o cualquier otro encuentro con el arte que lo haya conmovido especialmente andando por el mundo.

Obviamente son varios. Pero tengo muy claro la primera vez que un cuadro me conmovió hasta las lágrimas. Fue en mi primer viaje largo, solo. Estuve en Estados Unidos algo más de dos meses, con 21 años. Fui a conocer el Museo de Arte Moderno de Nueva York y me encontré, sin saber que estaba allí, con Las señoritas de Avignon de Pablo Picasso. Recuerdo que me temblaron las piernas, me emocioné. Nunca había estado tan cerca de un cuadro de Picasso, y menos de ese, tan difundido, tan conocido. Una sensación similar me ocurrió, muchos años después, con los cuadros de Goya en el Museo del Prado.

Mencione un libro, una película y/o un disco que lo hayan inspirado a viajar a algún lugar.

Antes que el cine, fue la música. George Brassens -santo sea su nombre- fue una línea directa con Francia, concretamente con París. Y por la misma época y la misma devoción, Julio Cortázar relatando sus cuentos, con su egggrrre arrastrada, en un viejo disco LP que tenía mi tía Etna en su casa y yo escuchaba de niño. Y por supuesto, Manhattan, la película de Woody Allen.

¿Qué destino lo desilusionó por completo o no estuvo a la altura de sus expectativas? ¿Por qué?

Los destinos no son buenos ni malos en sí mismos, sino según las circunstancias en que uno los visita. Depende mucho de los momentos de cada persona, de cómo se vincula con tal o cual ciudad. En mi caso, diría Rio de Janeiro, pero tengo muy claro que el problema no fue de esa ciudad maravilhosa, sino de las circunstancias de los dos viajes que hice allí: desde falta de preparación hasta momentos personales.

¿Qué es lo que no puede faltar en su valija cuando sale de viaje?

Libros.

Mencione uno, dos o tres souvenirs de viajes que ocupen un lugar importante en su casa y en su corazón.

Los afiches que compramos en Portugal, uno con una caricatura de Fernando Pessoa y otro sobre el fado. Ambos presiden el living de nuestra casa. Y un lápiz para dibujar, de madera y grafo muy grueso, comprado en Cádiz. 

El viaje perfecto es: ¿solo, en pareja, en familia, con amigos o en grupo?

Con Alva.

¿Cuál es, para usted, la calle más linda del mundo?

Millington Drake, en el barrio Carrasco de Montevideo, porque recuerdo el otoño en que la descubrimos con mi padre.

Un rincón del planeta especialmente recomendable para deslumbrar la vista

París desde lo alto de la Tour Eiffel.

¿El olfato?

Comida callejera en México.

¿El oído?

El jazz y el ragtime en la madrugada de Bourbon Street, en Nueva Orelans, año 1986.

¿El gusto?

Pulpo en un restaurante de Valdoviño, en Galicia 

¿Y el tacto?

Tocar el Muro de los Lamentos, en Jerusalem.

Si pudiera convencer a una celebridad internacional, de cualquier tipo, para que lo guiara por el lugar donde vive, ¿a quién elegiría y qué le pediría que le mostrara?

Le pediría al escritor Arturo Pérez Reverte que me armara una gira en torno a grandes aventuras de la historia de España, por tierra o mar.

¿Cuál es el destino pendiente que ahora mismo lo obsesiona?

Praga.

Cuando vuelve de viaje Montevideo le parece…

Oscura.