CHECK IN: CARINA NOVARESE

Acabamos de verla en la CNN, compartiendo una mesa montevideana con el mismísimo Anthony Bourdain. Buen momento, entonces, para descubrir cómo viaja la periodista Carina Novarese, gerente de contenidos digitales de El Observador, que aquí se entrega a nuestro cuestionario de cada semana.

En familia, en San Francisco.

En familia, en San Francisco.

Para empezar, ¿cuál es el primer viaje fuera de fronteras que atesora su memoria?

Mi familia siempre fue muy viajera, de generaciones. Mi bisabuelo vino de Italia a Argentina y la leyenda familiar dice que lo hizo medio de polizón y de puro rebelde. Toda la tanada (soy Novarese Pregliasco, y siguen apellidos…) siempre se movió mucho y mis padres heredaron la idea de que viajar abre cabezas y es una gran inversión. En mi casa se ahorraba para viajar. Tengo que agradecerles la generosidad de habernos incluido a mí y a mis dos hermanas en muchísimos viajes, durante muchísimo tiempo. Conclusión: crucé fronteras de muy chica y la primera vez debe haber sido hacia Argentina o Brasil. Pero el que me quedó como primer recuerdo fue el “gran” viaje, cuando tenía 12 o 13 años y fuimos a Estados Unidos. Si bien el objetivo era Disney, recuerdo las carreteras y los drugstores en los que paraba mi padre cada tanto, para permitirme comprar un libro, mantenerme entretenida y así evitar las peleas con mis hermanas. 

¿A qué lugar del mundo quisiera volver una y otra vez?

Tengo sentimientos encontrados y nunca puedo con el blanco y negro en materia de viajes y aventuras. Siempre quiero volver a Boston. Fue mi casa en un momento muy especial de mi vida, allí nació mi hijo Vicente y además es una ciudad preciosa. Y siempre quiero volver a Roma, donde vive mi hermana, porque es una joya de la humanidad que uno nunca termina de descubrir. No fue un amor a primera vista (la primera vez que fui me quedé cerca de Termini, en el hotel más feo que recuerdo), pero cada vez que voy la amo más. 

¿Cuál es el mejor hotel en el que se haya alojado?

No me gustan mucho los hoteles extralujosos, sino más bien los pequeños, los que respeten el estilo y las tradiciones del lugar. Recuerdo especialmente los que nos acogieron en un viaje maravilloso por Sudáfrica, hace 18 años, embarazada de mi hija Antonia. El de Plettenberg Bay era una casa de playa hecha hotel que tenía detalles divinos, incluyendo el desayuno compartido con el resto de los huéspedes en torno a una gran mesa al lado de la cocina. Todo eso con vista a un mar espectacular. En el bed & breakfast de Montagu, un pueblito mínimo en medio de la ruta del vino, se ubica mi primer memoria de una cena de cinco pasos (hace 18 años casi no había pasos). Y en el Madikwe River Lodge disfruté la mejor cena bajo las estrellas, con la banda sonora del rugido de leones.

¿Y el mejor restaurante en el que se haya sentado a comer?

Me gusta mucho explorar comidas: desde una cantina en Italia hasta los sabores orientales de Spice Market en Nueva York. Tuve la suerte de comer en muchos restaurantes considerados los “mejores” y disfruté mucho esas experiencias. Pero mi mejor recuerdo es de un agriturismo (algo así como una pequeña chacra) en la zona de Puglia, al sur de Italia, donde el menú es fijo y depende de lo que se cultiva y carnea o de lo tenga ganas de cocinar la patrona. No hay cambios posibles y cuando llegás al quinto plato (dos primos, dos secondos y dos dolces es lo “básico”) y los mirás con cara de desesperación porque realmente no podés más, se enojan si no comés el último dolce. Y el café, claro. 

Describa el almuerzo o la cena más memorable de su último viaje.

El año pasado fuimos en familia a recorrer parte de la costa oeste de Estados Unidos, con destino final en Seattle, porque el pretexto del viaje era ver el concierto de Coldplay. Mi mejor recuerdo fue el picnic que hicimos en el medio de una pradera del parque Yosemite, entre árboles centenarios y montañas que te hacen sentir lo que somos: pequeños seres que estamos de paso en este planeta. Comimos humus, guacamole, tortillas, tomatitos en viña, frutos secos y quesos variados, unas moras y frutillas divinas, y un buen vino blanco para los grandes (con testeo para los más chicos).

Evoque un museo, un cuadro o cualquier otro encuentro con el arte que la haya conmovido especialmente andando por el mundo.

Hay una pieza en cada museo al que fui cuyo recuerdo me hace un nudo en la garganta. Pero casi nada se compara a la emoción más pura que experimenté al pararme ante La Pietà de Miguel Ángel, en San Pedro. Todavía no era madre, pero de alguna manera adiviné lo que podía ser el sufrimiento de una mujer con su hijo muerto en brazos. Muchos años después sentí algo así de fuerte junto a mi hija, sentadas ambas durante un buen rato, en silencio absoluto, observando los frescos de la Capilla Sixtina.

Mencione un libro, una película y/o un disco que la hayan inspirado a viajar a algún lugar.

Casi todos. Últimamente Call me by your name me hizo volver a fantasear con tomarme un año sabático para volver a recorrer la Toscana y la campiña italiana… ¡pero quedándome al menos 15 días en cada pueblo!

¿Qué destino la desilusionó por completo o no estuvo a la altura de sus expectativas? ¿Por qué?

Respondí eso hace poco y me repito, pero es la verdad. No hay destinos feos sino personas que no saben valorar lo que tienen enfrente o no saben encontrar las maravillas de cada rincón del mundo. Y eso lo pensé cuando pasé dos semanas en Haití, por trabajo, mientras veía dolor y pobreza pero también gente amable y sonriente, y una naturaleza bella y terca que parecía decir: “no importa cuánto desastre hagan, humanitos, yo siempre estaré por acá”. 

¿Qué es lo que no puede faltar en su valija cuando sale de viaje?

El Kindle, un cuaderno de notas, zapatos cómodos y al menos un vestido o conjunto super lindo, porque siempre hay chances de que salga una cena elegante en algún lado. Del lado práctico: balanza de valijas, film de nylon y nylon de burbujas para envolver botellas de vino.

Mencione uno, dos o tres souvenirs de viajes que ocupen un lugar importante en su casa y en su corazón.

Soy de comprar pocos souvenirs porque creo que los recuerdos quedan en la memoria compartida con seres queridos. Pero siempre sucumbo a alguno. De mis favoritos: una jirafa tallada en madera que traje de Sudáfrica y un tapete bordado de Estambul. Mis mejores souvenirs son las especias que compro en todos lados. Mi alacena está llena.

El viaje perfecto es: ¿sola, en pareja, en familia, con amigos o en grupo?

Los tres primeros. La única vez que viajé en grupo era bastante joven y me tocó un guía tan poco preparado que me daba vergüenza ajena. Mientras viajábamos estaba leyendo la historia de Escocia a través del libro de Antonia Fraser, Mary Queen of Scots, y cuando escuchaba lo que decía no podía evitar corregirlo. Mi padre me pedía por favor que me callara. 

¿Cuál es, para usted, la calle más linda del mundo?

Me falta mucho mundo por recorrer, pero Acorn Street en Boston es una preciosura que conjuga el viejo y el nuevo mundo. Y no recuerdo nombres, pero las callecitas de Sirmione, al lado del Lago di Garda, son una maravilla.

Un rincón del planeta especialmente recomendable para deslumbrar la vista

Porto Conte, en Cerdeña. En realidad… toda Cerdeña.

¿El olfato?

El bazar de las especias de Estambul. Me quedé horas, no me podían sacar de ahí.

¿El oído?

Las campanas de San Pedro, con el aleteo de las palomas de fondo. 

¿El gusto?

En un mercado callejero de Tel Aviv, un super crepe (que en rigor no es un crepe, pero no me acuerdo cómo se llama) con humus, falafel, tahine, garbanzos, menta fresca y especias. Con la señora que me lo hizo nos entendimos por señas, lenguaje universal. 

¿Y el tacto?

Los bancos de madera del Central Park, que siempre me emocionan porque muchos tienen unas dedicatorias cargadas de amor y cariño. Y las paredes de nácar y madera tallada del palacio Topkapi en Estambul. 

Si pudiera convencer a una celebridad internacional, de cualquier tipo, para que la guiara por el lugar donde vive, ¿a quién elegiría y qué le pediría que le mostrara?

Le pediría a la reina Isabel que me hiciera un tour por sus castillos, en particular por su adorada Sandringham House, en Escocia. Para soñar, soñemos en grande. Y con invitación al five o´clock tea en Buckingham Palace, please.

¿Cuál es el destino pendiente que ahora mismo la obsesiona?

Marruecos y el sur de Asia. El sur de Chile, la isla de Pascua, Galápagos… ¿querés que siga? 

Cuando vuelve de viaje Montevideo le parece…

Por un ratito gris, pero solo por un ratito. Pronto vuelvo a quererlo y valorarlo, con sus buenos y malos momentos.