CHECK IN: NIDIA TELLES

Para empezar, ¿cuál es el primer viaje fuera de fronteras que atesora su memoria?

Todos están en mi memoria y en mi piel. Pero por recordar, vuelvo al primero. Haciendo uso de un stage, desembarco en Cannes. Anochecía. El tren a París salía de madrugada. Acampo en una plaza. Salgo a caminar y elijo una calle por la luz cálida que la iluminaba. Un boliche al lado del otro. No hay gente. Es muy temprano para la vida nocturna. Oigo sonido conocido. ¿Un bandoneón? Camino hacia él… ¡Ché bandoneón! No me lo creo. Abro una puerta (en esa época no conocía el miedo). En la penumbra al fondo, pantalón negro, camisa blanca, pelo engominado, lamido, inclinado sobre el fuelle. ¡Ché bandoneón!, murmuré con el resto de mis fuerzas.¿Argentina? Noooo, uruguaya.. ¡y Ché bandoneón es mi tango!

¿A qué lugar del mundo quisiera volver una y otra vez?

A París nunca vuelvo. Siempre estoy. Venecia, al igual que Amsterdam, me dejan practicar mi voyeurismo, y más que en las iglesias de Palladio, quiero perderme por las angostas calles y busco los pasos de Aschenbach, que me empujan a correr tras la belleza. Y llego a la Punta della Dogana al atardecer. Y más tarde, cuando en San Marco solo camina alguna sombra y dos fantasmas, el Florian.

¿Cuál es el mejor hotel en el que se haya alojado?

Ni el Pierre, ni el Danieli, ni el Ritz, ni el Crillon. Será el Saint Michel de Mme. Salvage o Sauvage, que de ambas maneras puede y debe llamarse la eterna enamorada de Don Paco Espínola. Cama, mesa, silla y piletita… ¡y mis dos ventanas a la rue Cujas! Cuando paso por allí no me privo de gritarle: “quién te ha visto y quién te ve. Hoy cuatro estrellas… ¡y yo que te saqué del arroyo!”.

¿Y el mejor restaurante en el que se haya sentado a comer?

Lipp y Le Temps des Cerises. Son dos y no son parientes. El segundo en la orilla derecha del Sena, onda burgués tirando a prole; el primero en la rive gauche, y de gauche, off course. También Polidor, onda intelectual catedrático. Franceses comiendo caracoles y turistas haciendo estragos con las pinzas. Se lo recomendé a Woody. Me hizo caso y filmó allí algunas escenas de Medianoche en París. 

Describa el almuerzo o la cena más memorable de su último viaje.

No fue precisamente en el último. Choucroute garnie una friísima noche en Lipp. Luego cruzar a L´écume des pages para regalarme algún libro y el último café al lado, en Flore, a ver si Simone o Jean Paul están en el primer piso.

Evoque un museo, un cuadro o cualquier otro encuentro con el arte que la haya conmovido especialmente andando por el mundo.

Manoteo al azar y rescato cuatro: mi primer encuentro con La Pietà; el Guernica, al que volví después de muchos años, ya en el Reina Sofía, y me devastó; y Los comedores de patatas y Campo de trigo con cuervos, los dos del querido Vincent.

Mencione un libro, una película y/o un disco que la hayan inspirado a viajar a algún lugar.

¿Encontraría a la Maga?, me lleva a París. Fortuny y Goldoni a Venecia, Mozart a Salzburgo, Piazzolla a Buenos Aires, Gershwin a Nueva York sin salir de casa. 

¿Qué destino la desilusionó por completo o no estuvo a la altura de sus expectativas? ¿Por qué?

¡Ni siquiera una fractura de rótula en Florencia logró desilusionarme!

¿Qué es lo que no puede faltar en su valija cuando sale de viaje?

Zapatos cómodos.

Mencione uno, dos o tres souvenirs de viaje que ocupen un lugar importante en su casa y en su corazón.

¿Te hago una visita guiada por casa?

El viaje perfecto es: ¿sola, en pareja, en familia, con amigos o en grupo?

Nunca en grupo: más de dos, es multitud.

¿Cuál es, para usted, la calle más linda del mundo?

Si digo la Vía Margutta de Roma, capaz que París se enoja.

Un rincón del planeta especialmente recomendable para deslumbrar la vista.

Varios. Gran Canal esquina Cannaregio, Venecia. Atardecer dorado al costado de la iglesia Trinitá dei Monti, subiendo Piazza Spagna, en Roma. Amanecer en el Pont des Arts, París. La Île St. Louis, también en París, frente al puente que la une a la Île de la Cité, a cualquier hora. Malá Strana, Puente Carlos, Praga. Sin turistas, ¿es posible?

¿El olfato?

El barrio Santa María de Cádiz. Oliva y pescado.

¿El oído?

El jipío de la mujer, seguro era la dueña de la sartén.

¿El gusto?

Ese pescado.

¿Y el tacto?

Me imagino acariciando el rostro y la mano de María en la Pietá, o de Santa Teresa en su Éxtasis de Bernini. Y comprobando que efectivamente, como me lo imaginaba, no es mármol.

Si pudiera convencer a una celebridad internacional, de cualquier tipo, para que lo guiara por el lugar donde vive, ¿a quién elegiría y qué le pediría que le mostrara?

Le pediría a Mariano Arana que me enseñara Montevideo. 

¿Cuál es el destino pendiente que ahora mismo la obsesiona?

En estos momentos los destinos no me obsesionan: los programo.

Cuando vuelve de viaje Montevideo le parece…

Hace mucho que abandoné los adjetivos manidos y desprestigiantes. Me caí del falso pedestal y trato de estar a su altura. Soy hija de esta ciudad. Ella me hizo y yo la ayudo.