COPENHAGUE PARA DOS

No sería exacto definir a The Krane como un hotel privado, aunque en mucho se le parece. Es, más bien, una experiencia sensorial cuyos autores definen como un oasis estético en medio del paisaje industrial de la ciudad. En lo alto de una grúa del puerto de Nordhavn, el deslumbrante espacio alberga, entre otras cosas, una sala de reuniones, un spa íntimo y una habitación para dos.  

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Klaus Kastbjerg y Mads Moller idearon el curioso concepto, empleando una sugerente paleta negra que homenajea el pasado de esta grúa portuaria que se empleaba para cargar carbón. Aferrados a la idea de que “menos es más” y resueltos a eliminar todo aquello que no fuera realmente esencial, pergeñaron un multiespacio de tres niveles cuyos interiores funcionan como el marco ideal para el lucimiento del paisaje exterior: el puerto, la ciudad y el horizonte.

En cuanto a la experiencia de alojamiento propiamente dicha, también ha sido cuidadosamente planificada: desde el auto con chofer que recoge a los huéspedes en el aeropuerto hasta el concierge que se ocupa de aclimatarlos en las curiosas instalaciones y servirles el desayuno cada mañana, pasando por el mobiliario de vanguardia y las amenities y funcionalidades casi escondidas para ser descubiertas a su debido tiempo. 

Los proyectistas aseguran que, una vez dentro, el viajero descubrirá una nueva versión del lujo y se sentirá sumergido en el ADN de Dinamarca. Con la vista que lo rodea como verdadera obra de arte, The Krane está colocado de manera de optimizar la luz natural del día y aprovechar las vistas. Cada uno de los materiales y de las texturas interiores fueron pensados para reflejar la luz de la mejor forma, agradar al tacto y proporcionar una sensación de placer envolvente. El negro dominante contribuye a dramatizar los cambios de luz (con jornadas de sol que en verano se extienden hasta 17 horas) y a evitar toda distracción interior. Cuero, madera, piedra y hierro destacan entre los materiales empleados, al tiempo que buena parte del mobiliario está escondido o integrado a las paredes. Descubrirlo forma parte del entretenimiento propuesto, y la idea es que muchos de los objetos luzcan como esculturas vivas dentro de una sugestiva naturaleza muerta. 

Contrastando con la oscuridad reinante en el Krane Room, en el spa, envuelto en piedra de piso a techo, reinan los tonos claros. El resultado es un pequeño templo hedonista para regocijo de cuerpo y alma con vistas al mar y al cielo. La propuesta se redondea, por si hiciera falta, con una sala de reuniones para que los encuentros ejecutivos dejen de ser un instante aburrido entre cuatro paredes: pisos de madera, grandes ventanales, techo acústico y aromas naturales envuelven el ambiente de la Glass Box, que se ubica estéticamente en las antípodas de la frialdad corporativa. 

Lo suficientemente apartado pero a mano de los encantos de Copenhague (apenas a minutos), con espacios que pueden ser reservados en conjunto o por separado, The Krane se alza como una propuesta por demás original: una moderna sala de máquinas devenida lujoso retiro privado en un puerto que todavía conserva la atmósfera del pasado industrial de la ciudad.

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