MONTMARTRE VUELVE A SOÑAR

Fue una institución del barrio durante buena parte del siglo XX, pero llevaba un tiempo a puertas cerradas. Au Rêve, el pequeño café y bistrot que frecuentaba Brel, hoy vuelve a brillar en el corazón de Montmartre, que así recupera no sólo sabor sino además patrimonio.

La leyenda cuenta que, sentado a su mesa de siempre junto a la ventana, desde la que miraba la casa de su amada Suzanne Gabriello, Jacques Brel escribió aquí las primeras líneas de Ne me quitte pas. Si hiciera falta más prosapia literaria para atestiguar el prestigio de este bistrot de la calle Caulaincourt, a los pies de la colina de Montmartre, basta agregar que también el Premio Nobel Patrick Modiano ha sabido frecuentarlo, lo ha usado como punto de encuentro para reuniones y entrevistas y hasta lo citó en su novela Una juventud.

Nacido en 1921 y regenteado durante más de medio siglo por Elyette Ségard-Planchon y su marido Piscou (un matrimonio sin hijos que también fue leyenda en el barrio), con su letrero de neón azul Au Rêve fue todo un templo cultural de Montmartre: en su mostrador se acodaron escritores, músicos, pintores, cineastas, periodistas (y un largo etcétera) en pos de una copa de vino, una cerveza o un café.

Después de su lamentado cierre, de un litigio judicial y de un par de pasamanos, otra pareja llegó al rescate del lugar. Clémentine Laurromet y Antoine Ricardou componen la dupla al frente del estudio creativo Saint Lazare, que tiene vasta experiencia en diseño, arquitectura e identidad de marcas, y que ya ha colaborado con restaurantes y hoteles en dos continentes. Pero esta vez fueron un paso más allá: ellos compraron el lugar y lo convirtieron en el buque insignia de un nuevo proyecto, tentativamente bautizado como Los paraísos perdidos, cuyo objetivo es rescatar y restaurar pequeños tesoros locales. Para más datos, una librería de barrio es la nueva obra que tienen en mente.

Para la aventura de Au Rêve, sumaron a Mathieu Renucci, que había estado a cargo de la cocina durante un tiempo cuando Elyette se retiró. La ambientación interior ha sido revivida muy sutilmente. Defensor de la economía circular y enemigo de los rediseños radicales, Ricardou (que además nació muy cerca del café) afirma que el mejor elogio es escuchar “parece que no hicieron nada”. Los pisos de mosaico están intactos, las banquetas de cuero han sido retapizadas en el mismo tono, sobreviven la barra de madera labrada y el salón revestido en terciopelo rojo, y la eliminación de viejas capas de pintura reveló un fresco que un par de generaciones de clientes ignoraba por completo. Por cierto, el clásico neón de la entrada ha vuelto a brillar.

En cuanto a la carta (aunque es probable que nadie recale aquí por la comida), es todo lo típicamente parisina que cabe esperar de un bistrot con este formato: hay croques monsieur, huevos Mimosa, salmón y caracoles, pero también supremas de pollo con parmesano y verduras de estación, cordero con salsa blanca a la menta, crème caramel, arroz con leche a la vainilla y mousse de chocolate, entre otras tentaciones. Au Rêve abre todos los días, de la mañana a la noche, excepto los domingos, cuando cierra a las cinco de la tarde.