GUIPÚZCOA RECUPERA A CHILLIDA
En pocos días, después de idas y venidas que se extendieron por años, reabre sus puertas uno de los más atractivos museos al aire libre de Europa: Chillida Leku, o El lugar de Chillida, un santuario verde que a minutos de San Sebastián atesora la monumental obra escultórica de Eduardo Chillida.
Es una gran noticia, porque los problemas políticos, los vaivenes económicos y las internas familiares venían conspirando largamente contra este singular museo.
Gestado en los años 80 e inaugurado en setiembre de 2000, ese parque de esculturas a cielo abierto había sido el sueño del gran artista donostiarra Eduardo Chillida (1924-2002), y de su mujer, Pilar Belzunce. Gestionado durante una década por Luis Chillida, uno de los hijos del escultor, el lugar supo recibir más de 800 mil visitantes pero, a consecuencia de diversos problemas de gestión y crisis económicas, acabó acumulando un déficit anual estimado en 400 mil euros. La familia debió vender parte de la colección para hacer frente a las pérdidas, y aunque el museo siguió recibiendo visitas mediante cita previa, no funcionaba regularmente desde 2011.
Ahora, un acuerdo económico alcanzado entre los herederos del artista y los galeristas suizos Hauser & Wirth permitirá reabrir Chillida Leku, emplazado en la localidad vasca de Hernani, a pasos de San Sebastián.
El viajero podrá regocijarse en esas 11 hectáreas verdes salpicadas de 40 obras de gran tamaño (en acero, piedra y granito) que se tutean con robles, hayas y chopos. No menos, en la deslumbrante edificación del siglo XVI (en piedra, madera y cristal), que alberga una cincuentena de piezas medianas y pequeñas, se conoce como Museo de Zabalaga y es algo así como el alma del lugar.
Chillida Leku abrirá sus puertas el próximo 17 de abril con una muestra denominada Ecos, cuyo comisario ha sido Ignacio Chillida, otro de los hijos del gran escultor. La exposición presenta más de 90 piezas, que trazan un recorrido desde la década del 40 hasta el 2000; conjuga trabajos en papel, piedra, yeso, alabastro y hierro; y reúne obras de grandes museos y de coleccionistas privados, algunas de las cuales jamás han sido exhibidas al público.
El arquitecto argentino Luis Laplace (en colaboración con Jon Essery Chillida, nieto del escultor) y el paisajista holandés Piet Oudolf, han tenido a su cargo la renovación del espacio. En cuanto al histórico caserío de Zabalaga (básicamente bien conservado tras los 15 años de recuperación a que se había entregado el matrimonio dueño de casa junto al arquitecto Joaquín Montero), las tareas principales tuvieron que ver con la iluminación, el aislamiento de techos y suelo y las reformas tendientes a mejorar la accesibilidad para las personas con movilidad reducida. Puertas afuera, Oudolf (pionero del movimiento New Perennial) introdujo cambios paisajísticos muy sutiles. De modo de no competir con la naturaleza, la señalética y los carteles explicativos son casi inexistentes. En cambio, buena parte de las obras están acompañadas de un código QR que permite al visitante acceder a mayor información respecto a lo que está viendo. Por lo demás, se sumaron dos modernos pabellones para albergar la recepción a los visitantes, una tienda y librería, y el infaltable café-restaurante: Lurra, liderado por el chef Fede Pacha.
El museo estará abierto todo el año y sólo descansará los días martes.