TORTONI HABLA EN FRANCÉS
Es un nombre de prosapia italiana y resonancia porteña. Sin embargo, es en París donde echa raíces la larga fama del Café Tortoni. Más de dos siglos después de su fundación, una original propuesta reinterpreta su vieja estética en un pequeño reducto que conjuga café, perfumes, ropa y otras yerbas en el corazón de Le Marais.
En el origen de la historia hay un veneciano de apellido Velloni, que en el lejano 1798 abría su café y heladería en el Boulevard des Italiens de París. Aquel comerciante véneto acudió a un compatriota romano, de nombre Francois Xavier Tortoni, para que lo ayudara a gerenciar el negocio, que en 1804 pasó a sus manos.
Bajo la nueva firma el café creció en tamaño, sumó servicios y ganó una reputada clientela. Instaló billares en el primer piso, nuevos salones en la planta baja y mesas en la terraza exterior. A la segunda generación le corresponde la época de esplendor del Tortoni parisino, que se transformaría en punto de encuentro obligado antes o después de la ópera, y en reducto de tertulias artísticas y literarias que, probablemente, hayan inspirado las tenidas del célebre Tortoni porteño de Avenida de Mayo. La nieta del fundador tomó la posta tras la muerte de su padre, que había dirigido el negocio por más de cinco décadas, pero el café terminó cerrando sus puertas en 1893.
Aquella atmósfera italiana es recreada hoy en el (pequeñísimo) Grand Café Tortoni de Le Marais, donde el infaltable mostrador que despacha café se tutea con un pequeño showroom de la marca de perfumes, cosméticos y artículos de belleza Officine Buly; velas de Cire Trudon, una heladería, un snack japonés, un taller de flores secas y hasta una boutique, algo escondida en el fondo, donde se turnan distintos diseñadores mes a mes. ¿Dónde ocurre todo esto? En el 45 de la Rue de Saintonge.