UMBRÍA PARA ERMITAÑOS
Italia no es sólo un país de ciudades atestadas de turistas. En el corazón de Umbría, un viejo monasterio devenido hotel se posiciona como el destino perfecto para viajeros de espíritu ermitaño. Y para cualquiera que necesite un detox digital. Bienvenidos a Eremito.
Detrás de la idea está Marcello Murzilli, un italiano que conoció tempranamente la fama cuando, en los lejanos 80 y con veintipocos años, se convirtió en un exitoso diseñador con su marca de ropa El Charro. El debut en la hotelería llegaría a fines de los 90, cuando abrió en las costas del Pacífico mexicano el famoso Hotelito Desconocido, algo así como el primer eco-lodge de América Latina, que pronto se coló en el radar de los viajeros mejor informados y que él dirigió durante 14 años.
A Eremito, su niño mimado desde 2013, lo describe como “un monasterio laico para gente normal”, en el que el verdadero lujo es el silencio. Un lugar donde olvidarse del celular y dejarse llevar por la naturaleza, el yoga, los paseos por el bosque, la lectura o el canto gregoriano. Un hotel con alma y emoción, pero donde nadie te obliga a nada, dice Murzilli: no hay gurús ni programas estrictos a seguir.
Eremito es el resultado de la cuidadosa reconversión de un borgo italiano del 1300 perdido en los valles de Umbría. Murzilli se puso al frente de un equipo que trabajó durante cuatro años obsesionado con preservar el espíritu de las viejas ermitas para luego ofrecer allí los dos ingredientes que él considera fundamentales en la receta del lujo del tercer milenio: ecología y espiritualidad. Las celluze, como llaman en el hotel a las habitaciones (que por cierto tienen todo el aire de una celda monacal), apenas cuentan con camas de hierro, baños con ducha y escritorios de piedra junto a las ventanas. No hay teléfono, televisión, wi-fi ni aire acondicionado, aunque sí calefacción en el piso para los meses de invierno.
La comida se sirve al aire libre o en el viejo refectorio, y se apega a platos saludables heredados de la vieja tradición de los monasterios mediterráneos. Hiebras y vegetales llegan de la huerta local, y aunque no faltan el pan y la pasta artesanales, el menú es básicamente vegetariano. El área de relax evoca una cueva de piedra y suele estar bañada por el sonido del canto gregoriano. Hay también un espacio para yoga, baño de vapor y yacuzzi. La propuesta se complementa con una vasto menú de ofertas opcionales: retiros temáticos, cursos de coaching, cabalgatas y excursiones por el río Chiani, trabajo en la huerta y talleres de canto y pintura. La modalidad de alojamiento es all inclusive y las tarifas comprenden los transfer de llegada y salida, tres comidas al día (incluyendo vinos locales en las bebidas) y el uso del área de relax.
En palabras del inquieto Marzulli, “todos necesitamos parar de vez en cuando y retirarnos del mundo”. Él lo tiene claro desde hace tiempo, y ha sabido ponerse a la vanguardia de la industria en lo que refiere a hoteles ecológicos y destinos detox. “En general, son los demás los que no me entienden. Y cuando por fin lo hacen, yo ya suelo estar aburrido y metido en otra historia”. ¿Qué inventará después de esto?