BUENA LETRA EN ESTAMBUL

A los pies del Bósforo y en una deslumbrante villa, el Museo Sakip Sabanci atesora una colección dedicada a las artes del libro y a la caligrafía capaz de dejar con la boca abierta al más viajado. Una aproximación diferente y encantadora al alma profunda de la ciudad, imprescindible para los que ya conocen Topkapi, Dolmabahçe y el Museo Arqueológico.

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Conocida en Estambul como la Villa Ecuestre y construida en 1925 por el arquitecto italiano Edoardo De Nari, la casa fue un encargo del príncipe egipcio Mehmed Ali Hasan y funcionó un buen tiempo como la residencia de veraneo de la familia Hidiv. Localizada en el bellísimo enclave de Emirgan (algo lejos del centro histórico de Estambul pero accesible fácilmente en ómnibus, taxi o vapor), pasó a manos del poderoso industrial textil Haci Omer Sabanci en 1951, que ese mismo año sumó el caballo de bronce del escultor francés Louis Doumas que desde entonces la identifica y le da nombre. 

En 1974 se transformó en la residencia permanente de Sakip Sabanci (uno de los hijos de Haci Omer), magnate y filántropo turco fallecido en 2004 cuyo holding empresarial llegó a controlar más de 60 compañías internacionales. En 1998 la familia legó la Villa Ecuestre a la Universidad Sabanci, que en 2002 la abrió al público como museo.

A la entrada hay tres salas consagradas a muebles y artes decorativas de los siglos XVIII y XIX, que ilustran el modus vivendi de los dueños de casa, así como una colección de pinturas turcas y extranjeras fechadas entre 1850 y 1950. Pero el mayor imán del museo Sakip Sabanci es la colección permanente que atesoran los pisos superiores. Dedicada a las artes del libro y a la caligrafía, incluye manuscritos iluminados; antiguos ejemplares del Corán y otros libros de oraciones; trabajos de los más excelsos calígrafos otomanos; paneles con versos coránicos, hadices y aforismos; así como valiosísimos tugras (sellos con la firma ceremonial de los sultanes del Imperio Otomano) y exquisitos instrumentos de escritura y caligrafía.

Rodeado de jardines sembrados de esculturas, con una terraza que depara encantadoras vistas del Bósforo y un tentador café-restaurante a cargo de la Academia de Artes Culinarias de Estambul, el museo está abierto todo el año y solo cierra los lunes.

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