REGRESO A CAPE COD

Paul Theroux, maestro de la literatura de viajes, nos tiene acostumbrados a sacarnos de paseo por el mundo, muchas veces en tren. Ahora se despacha con una novela autobiográfica ambientada en Cape Cod, un sitio que conoce muy bien desde niño y al que vuelve cada verano, fascinado por un paisaje casi incambiado en el tiempo.

Paul Theroux retratado por Steve McCurry.

Paul Theroux retratado por Steve McCurry.

La costa de los mosquitos, El gran bazar del ferrocarril, El viejo expreso de la Patagonia, Las columnas de Hércules, Tren fantasma a la Estrella de Oriente… miles de páginas salidas de la pluma de este norteamericano universal que nos ha hecho viajar sin salir de casa. Ahora vuelve a sus andanzas con una novela de corte autobiográfico: Mother Land (aún no traducida al castellano, pero que presumiblemente conoceremos como Madre Tierra) cuyo nudo argumental parece descansar en las peripecias de una familia grande, disfuncional, algo maquiavélica y gobernada por una matriarca.

En una reciente entrevista publicada por el New York Times, el escritor confesó a Dave Seminara que Cape Cod escenifica la felicidad de su infancia. Mientras el viajero profesional prefiere lugares alejados, conflictivos o difíciles de desentrañar, el Theroux íntimo y personal (que creció en Medford, una pequeña ciudad de Massachusetts, y luego se mudó a Cape Code con sus padres) adora recuperar la serenidad que le transmite el lugar donde pasó el final de los años 40 y el principio de la década del 50, aquel Cape Cod pequeño y tranquilo donde alquilaban una cabaña que no tenía siquiera una heladera. En 1975, ya consagrada como escritor y asentado en Londres, Theroux compró una casa allí y vuelve a ella cada verano, en busca de paz y recuerdos.

En cuanto a las dosis de intimidad ventilada que promete su nueva novela, Theroux adelanta: hay un 60 por ciento que es verdad. “Muchas de las cosas que me pasaron son demasiado buenas, demasiado importantes como para no escribir sobre ellas (…) Somos una familia fragmentada: me hablo con algunos, pero con otros no (…) Todo lo compartido es problemático, particularmente en una familia grande. Supongo que por eso falló el comunismo. Lean mi libro y verán por qué se disolvió la Unión Soviética”.

Su relación con Cape Code, esa apacible península del noreste de Estados Unidos, no ha hecho más que afianzarse con el tiempo. El cabo es el “paraíso” personal del celebrado autor, un lugar que le retrotrae el placer de tirarse horas en una hamaca, comer langosta y escuchar el canto de los grillos. “No pasaría el verano en ningún otro lugar. Y jamás viajo en verano. Desde fines de mayo a mediados de setiembre estoy aquí. La gente me busca para dar conferencias, ir a Brasil o escribir sobre Groenlandia y yo siempre les digo: ‘contáctenme después del Columbus Day y tal vez lo considere’”. Y en comparación con su querida Hawai, donde Theroux pasa la mitad del año, Cape Cod le resulta un paisaje incambiado. “En Hawai siempre hay un edificio nuevo, una carretera nueva, un negocio nuevo. Grandes torres siguen ocultando la vista al mar. Cuando vengo a Cape Cod nada ha cambiado. Donde vivo, ni siquiera hay locales de fast-food (…) solo mamás, papás y un ambiente digno de Edward Hopper”.

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