CHECK IN: PIPE STEIN
Soy Pipe Stein, como Felipe no ejerzo, y trabajo en publicidad hace 25 años. Amo viajar pero necesito volver. Me gusta la playa pero mi piel tiene un límite con el sol. Es difícil que coma algo del frigobar del hotel. No le saco fotos a los platos, por más lindos que sean. De todos los paisajes, mi favorito es el humano. Tengo 48 años, esposa hace 20 y tres hijos que no paran de crecer.
Para empezar, ¿cuál es el primer viaje fuera de fronteras que atesora su memoria?
Recuerdo mi primer viaje en avión, a Buenos Aires con mi familia. Al despegar, mi hermana, que es mayor que yo, me dio la mano y eso me dio mucha tranquilidad.
¿A qué lugar del mundo quisiera volver una y otra vez?
Nueva York, Río, París y Buenos Aires entran en el podio. Si tuviera que elegir una sola: Nueva York.
¿Cuál es el mejor hotel en el que se haya alojado?
En Sudáfrica, un pequeño hotel en una reserva privada que se llama Chapungu, dentro del Parque Kruger. Desde allí se sale a hacer el safari. El dueño del hotel te lleva en su Land Rover y la dueña cocina la comida del lugar. Todo con una ambientación africana, elegante, con charme. La mascota de un hotel era un cachorro de cheetah, digamos, un guepardo.
¿Y el mejor restaurante en el que se haya sentado a comer?
Azurmendi en Bilbao, Astrid y Gastón en Lima, D.O.M en San Pablo.
Describa el almuerzo o la cena más memorable de su último viaje.
Fue en Porto, Portugal, en el restaurant de una bodega que se llama Graham’s, legendaria marca de Oporto y otros vinos. Está en una zona elevada desde donde se ve el río Duero, el puente que lo cruza y la ciudad. Comimos con colegas, publicistas y diseñadores, que son de siete países diferentes y con quienes nos juntamos por lo menos dos veces por año. Son grandes amigos. No faltaron las risas, las confesiones, el vino, los recuerdos y los planes. Una maravilla.
Evoque un museo, un cuadro o cualquier otro encuentro con el arte que lo haya conmovido especialmente andando por el mundo.
El museo judío de Berlín
Mencione un libro, una película y/o un disco que lo hayan inspirado a viajar a algún lugar.
Guantanamera me dio muchas ganas de conocer Cuba y me las pude sacar. Viajé con mi esposa hace unos dieciocho años, fue una experiencia fuerte. Jamás olvidaré la belleza de las calles de La Habana, la calidez de la gente y la tristeza que me producía escuchar sus historias y su desesperanza.
¿Qué destino lo desilusionó por completo o no estuvo a la altura de sus expectativas? ¿Por qué?
A Los Ángeles no supe encontrarle el encanto.
¿Qué es lo que no puede faltar en su valija cuando sale de viaje?
El Ipad bien cargado de películas.
Mencione uno, dos o tres souvenirs de viaje que ocupen un lugar importante en su casa y en su corazón.
Un pequeño tambor que traje de Ghana. Lo compré en una playa rasta, bien hippie, donde había gente de Senegal, de Burkina. Un buen lugar. ¿Otro? Una bandeja de Tintín, que compre en París. Siempre fui un fan de Tintín, el personaje del dibujante belga Hergé, y cuando descubrí que existía una tienda temática con los personajes de la historieta entré con la emoción de un niño.
El viaje perfecto es: ¿solo, en pareja, en familia, con amigos o en grupo?
Viajar con mi esposa siempre es fantástico. Ahora que mis hijos son un poquito más grandes, empezamos a disfrutar de hacerlo con ellos. Y viajar con amigos siempre es una bendición.
¿Cuál es, para usted, la calle más linda del mundo?
Las calles de la ciudad vieja de Jerusalem. Por cómo son, por lo que significan, por lo que allí sucedió… por todo.
Un rincón del planeta especialmente recomendable para deslumbrar la vista
Nombro dos conjuntos de islas. Las Faroe: en la mitad de la nada, montañas verdes de musgo que caen abruptamente en el mar, generando algo así como fiordos. Es un lugar frío, lluvioso y siempre impactante. Y las Seychelles, calurosas y con playas de perfección absoluta. La mejor se llama Anse Lazio.
¿El olfato?
Una buena panadería de París.
¿El oído?
Las calles de Praga cuando tocan bandas de jazz. Y Bahía, porque es Bahía.
¿El gusto?
Madrid: por el cocido madrileño, por las croquetas, por el jamón, por los churros, por los espárragos y por las alcachofas.
¿Y el tacto?
El Mar Muerto, un baño que provoca una sensación única en el cuerpo, que flota en la sal. Todo en medio del desierto del Neguev, en Israel.
Si pudiera convencer a una celebridad internacional, de cualquier tipo, para que lo guiara por el lugar donde vive, ¿a quién elegiría y qué le pediría que le mostrara?
Pasear con Woody Allen por Nueva York sería una buena idea.
¿Cuál es el destino pendiente que ahora mismo lo obsesiona?
Japón, el día que Defensor juegue allí la final del mundo de clubes.
Cuando vuelve de viaje Montevideo le parece…
Si vuelvo desde el Primer Mundo, me parece gris, de viejos, desprolijo, inseguro. Pero unos abrazos más tarde vuelvo a encontrarle la magia.